miércoles, 20 de abril de 2016

Lluvia y barro en la Sierra de Huetor

Hoy los senderistas de Buenos Aires han vuelto a demostrar su valía. Ni la lluvia ni el barro han podido con ellos a medida que nos adentrábamos en el trazado de la antigua y mágica Acequia del Fardes. Los Altos del Majalijar nos han contemplado con respeto.

Comenzamos la ruta en las proximidades del Cortijo Linillos, donde un panel de interpretación marca la ruta hacia el Majalijar. El bus nos lleva por la pista forestal que une el Área Recreativa Fuente de los Potros con la de la Alfaguara, deteniendose un poco más allá del Área Recreativa Florencia.

Echamos a caminar hacia el Cortijo Linillos desviándonos a la derecha en el primer cruce que encontramos. Pronto nos encontramos con la Acequia del Fardes que recorre las laderas de una pequeña cordillera que ejerce de frontera entre las sierras de Huétor y Harana y donde se encuentra el pico del Majalijar, el más alto de este espacio protegido, con 1.878 metros de altitud.

Esta conducción fue creada con mucha inspiración y más transpiración por los nazaríes para captar en la Fuente Grande de sierra Harana, el agua del río Fardes y llevarla hasta el valle de Granada, a la vega norte de la ciudad, para regar y dar de beber a poblaciones como Cogollos Vega y sus alrededores.

A su paso genera un paisaje vegetal lleno de encantos, donde se ha creado un encinar-quejigal en el que incluso crecen arces; paseamos entre majoletos, aulagas, ruscos, torvizcos, tapaculos y rascaviejas ahora en flor.

Nos encontramos en un bosque que invita a leyendas y misterios: los pastores de la sierra afirman que en las horas del crepúsculo, en las que la frontera entre lo real y lo imaginario se diluye, se percibe la imagen de los acequieros árabes que cuidaron el cauce durante décadas.

Pero hoy ni los fantasmas se atreven a manifestarse. La lluvia no nos da tregua, los árboles lloran lágrimas dulces y nuestras botas se hunden en el barro.

Hacemos una pausa en Las Chorreras, un nombre muy adecuado para describir nuestro estado. Y después de mordisquear una fruta, continuamos nuestro caminar hasta un abrigo de pastores donde nos despedimos de la acequia. Bajamos por una vereda a la Fuente de los Potros.

Y las sonrisas y el buen animo no se aguó con la insistente lluvia que, aunque hoy añadiera dificultad a la ruta, se transformará por el abracadabra del agua en belleza que otro día disfrutaremos.


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